Las cuerdas que nos unen

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Las cuerdas que nos unen

Hemos vivido hasta ahora bajo la idea, bajo el paradigma, de que la mente depende del cerebro. Nos concebimos como seres separados, puesto que estamos definidos por nuestro cuerpo, con mentes separadas y asociadas a cerebros separados. No sabemos muy bien qué es la mente, por eso estudiamos el cerebro y el sistema nervioso. Estamos en la era de la neurociencia.

Ahora bien, que tengamos mentes separadas solo es una suposición basada en el dato de que tenemos cuerpos separados, y, por cierto, no avalada por los hechos. Más bien, existen las evidencias en sentido contrario. Hay un relato que me gusta contar: Supón que conoces a alguien en una fiesta y por alguna circunstancia esa persona te “cae mal”. Tienes una reacción desfavorable hacia ella. Más adelante reflexionas y te das cuenta de que tu reacción es producto de algún prejuicio, de tu propio pasado, y decides cambiar tu pensamiento con respecto a esa persona. Una especie de cambio de actitud. Ahora viene la pregunta: ¿Crees que esa otra persona lo sabe, crees que nota tu cambio de actitud? La respuesta casi unánime que suelo encontrar en mis amigos y compañeros es un “sí, lo nota”. Intuitivamente sabemos que tenemos vínculos invisibles, una especie de cuerdas invisibles, que nos unen con los demás. Algunas son finas y fáciles de pasar por alto, pero otras son de gran diámetro, enormes maromas que nos vinculan hasta el tuétano. Estas grandes cuerdas y vinculaciones suelen ser con nuestros familiares directos y con nuestros mejores amigos.

A veces reconocemos a una persona y sentimos como si la conociéramos de toda la vida, y es que “la conocemos de toda la vida”. Nuestra conexión invisible, nuestra cuerda invisible nos ha llevado hasta ella, y a ella hasta nosotros. Nada ocurre por casualidad. Estas cuerdas invisibles están operando constantemente, aunque no podamos verlas. No hacemos nada al azar. Somos movidos.

Podemos también pensar que esas cuerdas vibran con los contenidos que ponemos en ellas. La vibración y el contenido de las cuerdas caracterizan la relación. Los contenidos de la comunicación pueden ser cambiantes, inestables, y entonces las relaciones comparten esas cualidades.

Se forman cuerdas, que de hecho no son sólidas, allí donde hay resonancias. La resonancia es el reconocimiento de contenidos compartidos. (Podemos concebir la mente como un gran marco vibracional de base ondulatoria.) Al resonar un contenido en varios individuos, se refuerza (como las ideas). El establecimiento o reconocimiento de una cuerda conlleva cierto tipo de fidelidad o fidelización. Conlleva continuidad.

Los humanos negociamos nuestros vínculos en base a fidelidades o fidelizaciones, en función de la leatad. También hay diversas actitudes en cuanto a la emisión de contenidos en las cuerdas, al valor que se les asigna y a su solidez.

Estas cuerdas son internas y no dependen del espacio. Se puede estar en resonancia con alguien que está a una gran distancia física y sentir su proximidad. Se puede estar en resonancia con alguien que lleva mucho tiempo muerto a nuestros ojos físicos. La resonancia no depende del marco espacio-temporal. Se produce a un nivel interno donde el espacio-tiempo no rige del mismo modo.

Lo que trato de elucidar aquí no son leyes o normas, sino líneas de investigación. Propongo esta investigación para quien desee ahondar en el principio de resonancia, en el análisis de los contenidos vibratorios y de los pensamientos resonantes (o no).

Un grupo puede incrementar su resonancia en torno a un pensamiento vibratorio compartido, que al encontrar resonancia en otros cuerpos-mente, incrementa su intensidad vibratoria y sirve como unificador.

Incluso si imaginamos el cuerpo como algo sólido, podemos ver que las ideas nos impactan y cambian nuestro estado energético. La clave de las ideas compartidas es elegir aquella o aquellas que incrementen la vibración porque son de alta vibración y, está claro que estas son las ideas que hablan de amor y unidad, porque obligan a bajar las barreras que bloquean y nos llevan a dejarnos resonar con esa nota vibratoria común, reforzándola.

Las “verdades” parciales están, por tanto, en función de cuántos individuos las comparten, porque esa exactamente es la medida de su fuerza. Cuanto más se comparten estas ideas vibratorias, más resonancia tienen y más verdad son. Este es el principio de la democracia dentro de un mundo de incertidumbre (y división).

Miguel Iribarren

Imagen Rebecca Li

Miguel Iribarren Berrade